Conecta contigo mismo

    En cada pisada que avanzas, vas dejando atrás y te va inundando la calma para, a partir de entonces, comenzar a olvidarte un poco de ti y disfrutar de todo lo que te rodea, de todos esos colores, sonidos y olores de la naturaleza que te van cargando de energía positiva. Al final del camino, la mente está en paz, aunque sea por unas horas o tan solo unos minutos, pero es bello sentirlo mientras después, cuando comienzas a ducharte, te secas con la toalla, vuelves a vestirte o te sientas esperando nada, piensas que llegamos a una edad en la que el ritmo vertiginoso del paso del tiempo te lleva a pensar que quizás ya sea todo “un día menos” en vez de un “día más” ¿o tal vez sea al revés la forma de decirlo, sean las dos acertadas o ambas sean equivocadas…? Sin embargo, hablo de algo no racional, hablo de la misma libertad frente a la obsesión humana por la permanencia, lo que fuimos, lo que hemos de volver a ser o tan solo lo que somos, porque ¿es compartir emociones lo que nos humaniza? ¿o tal vez dejar que los sentimientos que no afloran no se quedan a medio camino y regarlos para que florezcan? Aún sin pretenderlo, algo nos roza de una cierta añoranza, como una imagen de nuestra infancia perdida, que eternamente seguirá siendo para nosotros lo más querido aunque pretendamos haberlo olvidado en el camino a lo que hoy nos hemos convertido, donde la mayor prueba de coraje quizás es superar la derrota sin perder corazón cuando obtenemos la victoria, ya que siempre debemos procurar no perder nuestras verdaderas motivaciones, por más agradables o dolorosas sean las circunstancias, ya que nunca el ser humano valiente será aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo, al igual que cuando los demás crean que has sido derrotado y tú sabes que sencillamente, has ganado…