Caminando en la ciudad bajo la lluvia

   Camino despacio, inspirando el aire, que se ha impregnado con el olor de la tierra mojada que pronto desaparecerá cuando todo esté empapado. Camino, y me gustaría estar haciéndolo en el Camino de Santiago, allá subiendo Cebreiro o donde fuera, pero ya sabéis, circunstancias aquí y allá retrasan a veces las cosas. Pero estoy caminando, aunque  no voy a ninguna parte y voy a todas, pero he olvidado los post-it de recuerdo en casa –miento, los de dejado adrede-, así tan solo disfruto de un paseo bajo la lluvia en la ciudad.

    Dicen que uno de los perfiles más preocupantes de hoy en día es el déficit de tiempo o de ilusión, porque se ve todo lo que hay enfrente como “un inmenso cementerio de tiempo, esperanza y futuro” Y cierto es, no son tiempos fáciles, pero tampoco lo fueron hace miles, cientos de años, y no tanto, solo hace unas décadas ya era difícil eso que llamamos “vivir” y a lo que aunque intentemos definir de forma correcta con un millón de palabras, y yo el primero, jamás lograremos concretar en su esencia.

    Vivimos rápido –aunque lucho hace años por no hacerlo, y hasta ya muchas veces lo consigo- lo sé, quizás solemos ir en la acera distinta donde va esa a veces necesaria humildad para la búsqueda de todo eso bueno que se esconde en lo cotidiano de la vida, donde después de rascar y, quizás poniendo algo de nuestra parte, siempre con una sonrisa, quedamos enormemente sorprendidos de que la existencia nos ofrezca participar y hasta hacernos sonreír, quizás hasta vibrar, llenando de nuevo esa nuestra pequeña gran hucha de sueños por los que nunca dejamos de luchar, aun sabiendo lo difíciles que están por alcanzar. Y aún así, todos sabemos que a veces, cuando la hucha gira sobre si misma, deja escapar pequeños trocitos de eso que suele durar poquito, pero nos recarga al menos esos manantiales retenidos en nuestro corazón, como dándonos, aunque sean migajas, aunque a menudo sean muy pequeñas y parece que se escondan, de eso que necesitábamos, de eso que llamamos… ¿tal vez felicidad?  Y es que ya sabéis, compañeros y amigos, somos seres en esperanza, y eso nos salva, ¡pero no olvidéis la sonrisa!

     Claro está que este caminante que bajo la lluvia camina en una ciudad, mi ciudad, donde ya no tengo prisa ni quiero tenerla, la única preocupación es intentar que no te salpiquen los coches cuando pasan y pillan un charco, mientras pienso qué, por supuesto, si sé o no sé hoy más de lo que ya sabía antes tampoco me importa ya, aunque si no fuera por los lugares sabidos, nunca caminos nuevos, no encontraríamos ni valdríamos tanto y tanto lo que ya conocemos y deseamos siempre volver a conocer y recorrer… Quizás porque no es que se trate de un lugar seguro, sino de una sensación y de un momento, lo más parecido a una caricia.

Cuidaros mucho y ¡Buen Camino Siempre!

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